El masaje es algo, literalmente, divino. Relaja y calma. Me ayudó a dormir mejor. Ya no tenía insomnio. También mejoró mi postura y mi dolor de espalda. El toque del masaje es vigorizante, reconfortante, atento y cariñoso. Hace un poderoso bien general. Me siento relajado, feliz, sin dolor y contento.